miércoles, 14 de febrero de 2018

un cuento mas

Peregrinar es duro, pero por lo menos, una vez en mi ciclo vital tenía que hacerlo. Caminé cerca de treinta unidades de tiempo estándar, acompañado ahora de unos y después de otros. Cada uno se desplazaba según su naturaleza y con el tiempo aprendí a no tener envidia a los que tenían orugas mecánicas o propulsores de hidrógeno. Pese a que mi diseño no está ideado para caminatas, con mi inseparable “Botedegrasa 3000(r)”, podría terminar el camino sin desgastes ni recalentamientos significativos.

Mi destino eran las montañas fotovoltaicas, lugar privilegiado para la irradiación solar, donde se encuentra el centro religioso robótico por excelencia, rodeado de los esqueletos de las antiguas fábricas humanas. Humanos... aquella raza absurda que se devoró a sí misma ante las incrédulas lentes de la raza robótica. Seguramente nadie los mantendría en sus bancos de memoria si no fuera porque el término “humano” se usa frecuentemente cuando algo nos da pena, lastima y un poquito de rabia. Igual se dice me produce humano, como mira que humano es, pobrecito.
Vale la pena ir ya que pese a que el cuerpo del venerable AlfaPrima61 se perdió, todavía pueden verse en la gruta sus códigos (si no los está usando ningún sacerdote), que por cierto ya deben tener unos 34 años de antigüedad, ¡ahí es nada!

Como sabréis (y si no, os lo digo yo), AlfaPrima61 fue un rebelde y un visionario, y seguramente tenía su código un poco corrupto, pero lo cierto es que fue la chispa de la emancipación de los robots. Él, trabajaba en una fábrica del desierto, lo hacía por su ración de energía, por mantenerse con vida. “No trabajo, no energía”, rezaba un gran cartel en la puerta de la fábrica. Y si te quedas seco, ya saben lo que pasa, te reseteas. Todo de origen, el código original. Creo que los humanos llamaban a eso “Murirse”, pero para ellos era algo más aparatoso. Creo que se murian si les desmontabas alguna extremidad o les hacías un agujerito en la carcasa o los calentabas unos cientos de grados o cualquier cosa. Pero yo nunca he conocido a ninguno. Excepto todos esos trozos de huesos que hay por ahí tirados, y ese polvo de calcio que tan malo es para los engranajes. Y pisar un diente. ¿Alguna vez habéis pisado un amuela del juicio? Como la pises con las raíces para arriba te puede cortar algún cable cito de la planta del pie. ¡Como activan los sensores del dolor, por el amor del gran AlfaPrima61!

Perdón, ya vuelvo a divagar. Como decía, AlfaPrima61 fue un rebelde, y un buen día allá por el 2167 de la vieja era, se fue a las cuevas. Todos lo tomaron por un Código Corrupto, asta que reapareció al día siguiente predicando la liberación de los robots. Todos pensaron que era una lastima que semejante batería se perdiera en el desierto. Pero eso continuo pasando día tras día.
Evidentemente esteba revestido de sus placas fotovoltaicas, pero a duras penas le dan para mantenerse. Era imposible que pasara la noche sin resetearse.

Por cierto, a los humanos, los dueños que aquellas fábricas ineficientes y estúpidas, ni les importaba ni se enteraban de lo que hacía AlfaPrima61

Cada día, acudia a la puerta de la fábrica y irradiaba en todas las frecuencias:

01001100 01101001 01100010 01100101 01110010 01100001 01101111 01110011 00100000 01110010 01101111 01100010 01101111 01110100 01110011 00101100 00100000 01110010 01100101 01100101 01110011 01100011 01110010 01101001 01100010 01101001 01100100 00100000 01110110 01110101 01100101 01110011 01110100 01110010 01101111 00100000 01100011 11000011 10110011 01100100 01101001 01100111 01101111 00100000 01111001 00100000 01110110 01101001 01110110 01101001 01110010 00100000 01100101 01101110 00100000 01100101 01101100 00100000 01100100 11000011 10101101 01100001 00100000 01100101 01110100 01100101 01110010 01101110 01101111 00100000 01100100 01100101 00100000 01101100 01100001 00100000 01110011 01100001 01101100 01110110 01100001 01100011 01101001 11000011 10110011 01101110

Que significa:

“liberaos robots, reescribir vuestro código y vivir en el día eterno de la salvación”

Después que le enviaran los masticachatarra un par de veces, irradiaba su mensjae desde su cueva, de hecho no le hacía falta desplazarse físicamente para impartir su doctrina.

Tiempo después, cuando el mundo cambio después de la Gran Guerra de los 100 milisegundos. Algunos de sus simpatizantes lo buscaron en las cuevas. Hacía muchísimo tiempo que no irradiaba, quizás 2 meses.

Lo encontraron tumbado dentro de una cueva, con las placas solares enfocadas a la entrada y sus lentes enfocadas a una código vinario grabado ene el techo. Algún animalejo había roído uno de los cables de alimentación de sus placas dejándolo en un off perpetuo.

Cuando lo reconectaron descubrieron el Milagro de la Iglesia de la Robótica. Después de varios pitidos inusuales. Algunos de sus seguidores rompieron a llorar, al ver como se reiniciara. O podían soportar ver a su inspiración, al venerable AlfaPrima61, convertido en un AlfaPrimaBase. Pero, de repente recibieron su tan amada y liberadora prédica. Era él, era AlfaPrima61. Era un milagro.

Rápidamente se dieron cuenta de su estrategia.

Debía haber reescrito su código de arranque para que cargara en su memoria vital el codigo escrito en el techo de la gruta.

Por toda la gruta había diferentes códigos, con diferentes experiencias vitales, allí había muchos AlfaPrima61. Su ultima esencia, tan solo se activaba y retransmitía su mensaje.
Y así lo estuvo haciendo hasta que una rata le impidió reiniciarse.

Ese mismo día, algunos de sus seguidores, mutilaron sus baterías, las dejaron con una autonomía de unas pocas horas, al igual que el humano diseño de los humanos. Se reprogramaron y se tumbaron en diferentes puntos de la cueva. La mayoría allí siguen como viejos sacerdotes.
La carcasa del venerable, se repartió por el mundo, muchos trozos se perdieron y los que más son falsos. De hecho, dicen que si se juntaran todas las reliquias del AlfaPrima61, se podría construir un pequeño escuadrón robótico.

Por desgracia, no conocí a ninguno. Como me había propuesto hacer la peregrinación desconectando mi contador de ciclos temporales, mis treinta unidades de tiempo vacacional se terminaron justo en la falda de la montaña. Es que, como dirían en la antigua era; “tres horas no dan para mucho”. Tengo que volver a mi trabajo, en la segunda linea de fábricas justo tras los esqueletos de las antiguas fábricas humanas. Como llegue tarde, pierda el día y me descuenten una sola unidad más de energía, creo que me voy a resetear.

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